viernes, 24 de diciembre de 2010

Cuento de placeres

Noelia Bea Rodriguez (b. 1977, Argentina)
"Te doy mi mano"


Manifiesto y descripción improvisada sobre el "SEXO"

A veces es solo el frío y la soledad, quien nos dice como actuar, los cuerpos pierden su forma real y sólo se siente a la otra persona como una esfera de cariño e incluso se llega a confundir con amor.
La mujer toma silueta de guitarra y el hombre de una fuerte y firme figura, incluso tal vez privilegiada, todos sentimos nuestro cuerpo ideal debajo o sobre las sábanas. El frío de la noche no es más que el auspicio de algo que en la mañana no se desea recordar. Como resumen de todo eso, el deseo a veces adquiere forma humana, se divide en un hombre y una mujer, a veces ellos también como un cigoto, se funden, se convierten en plasma y se entrelazan en una sola alma hasta el amanecer.
Cuando llega la mañana, el sol divide lo que fue una simbiosis perfecta de intentos de amores y deseos algo reprimidos. Todos volvemos a ser humanos dejando el deseo felino en lo oculto, en esa noche albergada y abrigada por el frío, la justificación perenne de la soledad se reserva hasta el próximo encuentro, el cual no sabrás si alguna vez sucederá, ya que algún amante puede encontrar en otra silueta de guitarra o en otra figura masculina el deseo y el placer que tal vez no encontró en esa esfera de cariño en esa noche.
¿Cómo fijar otro encuentro?, ¿cómo hacer explicito algo que debe ser oculto?, que debe permanecer bajo la justificación del frío y de la oscura noche. Ni la luna debe enterarse, pero entonces... ¿cómo fijar un orgasmo?, ¿como acordar un cariño?,y ¿las caricias nocturnas?, ¿cómo decir cuando deben ser dadas?, ¿y si no hay más que improvisación de dos jóvenes almas y dos viejos cuerpos en una cama con frío?, mencionar recetas lo hace predecible, pero no es tan sólo una provocación y luego a la cama.
Es un juego interminable de caricias y mencionadas palabras dichas con las manos y muchas veces sólo con los corazones aunque no implique amor. A veces se confunde el amor con ese deseo interminable, con esa insaciable necesidad que tener al otro tan pegado a ti, de convertirse en polvo cuando se llega al punto. Punto en que sabes que se toman ángeles con las manos, que somos dioses de nuestro propio cuerpo y reyes de las pubis ajenas, una mano recorre lentamente nuestras espaldas y deseamos que sea una caricia eterna, pero hay algo más, los amantes están predestinados a seguir en el anonimato nocturno, los intentos frustrados cobran sentidos múltiples, se vuelven apenas lo que se escucha como un gemido distante ahora, gritan como si el mundo se fuera a terminar y el final de todo es simplemente un beso tierno a pesar de lo salvaje y de lo funesto del acto.
La perversión con el amante cobra simpatía y nos volvemos cómicos, aceptamos incluso cosas que pensamos que con la presencia del primer rayo de luz cobran una elocuencia ausente, pero la luna todo lo perdona e incluso nos permite ser otros siendo nosotros mismos.
Hay cosas que con la luz natural o artificial no se muestran por temor a no ser aceptados, la luz nocturna lo oculta, pero deja que nuestros deseos más oscuros y por lo mismo más verdaderos sean tan normales e incluso deseables para cualquier otro ser humano.
Como si sonara contraproducente para la naturaleza, en el frío de la noche se quiere al alma que caliente, un calor que no por ser de cuerpo deja de ser de espíritu, cuando se esta en la cama con el otro u otra pensamos en distancia, se planea satisfacer pero hay un "algo" secreto, y es la necesidad de amor, el alma toma inusitada forma de deseo para combatir la soledad del corazón que se refleja en el cuerpo. A veces la soledad del corazón se plasma en un eterno deseo con personas que no amamos, pero que en el momento culmine nos hace sentirnos tan amados que no necesitamos por algún buen tiempo un desenfreno ni desencadenación de pasiones hasta que en otra cama y en otras sabanas los líquidos del amor se reconozcan y se repelan o se junten en la eternidad.

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